Asia

Mitos y realidades de lo que los occidentales creemos de los orientales

La idea de estas palabras era evidenciar que acá en América y en el mundo occidental en general tenemos ideas erróneas sobre los asiáticos. Hecho que en realidad hubiera sido normal gracias al relativismo cultural. Sin embargo, luego de haber tenido la dicha de viajar por Asia y de repasar las fotos y videos obtenidos durante aquellos días, nos dimos cuenta que no era correcto definir sus costumbres como «mitos y realidades» tomando en cuenta al mundo occidental como referencia. Lo que sí es cierto es que ese viaje cambió totalmente nuestra visión del mundo en que vivimos, un mundo con amplias diferencias culturales y sociales que lo hacen más rico, variado, enamorable y viajable. En términos muy generales, estas son algunas de las cosas que podemos concluir sobre algunos de los países asiáticos que visitamos.

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Khavi, el conductor de Tuk Tuk que no se dejó fotografiar de frente por razones personales.

Este mundo está lleno de personas nobles

Jamás faltó un policía o un ciudadano en Tokio que nos ayudara a cargar las enormes y pesadas maletas que traíamos por las escaleras que acceden al metro, pues en la mayoría de las estaciones no había escaleras eléctricas. Y no se diga la gran ayuda que recibimos el día que recién pisamos la capital de Japón. Lo más lejos que pudimos llegar sin ayuda fue a la estación del metro más cercana al ryokan (hotel de tipo japonés con camas en el piso y suelo de bambú) en donde teníamos reservación. Ya de ahí no supimos qué hacer o para dónde dirigirnos pues éramos analfabetas en plena ciudad al desconocer el idioma. Nos acercamos a un joven que estaba parado fumando un cigarro afuera de una tienda de autoservicio y le preguntamos si hablaba inglés. Respondió que más o menos, así que -como se pudo- le dijimos que buscábamos el hotel con la ayuda de la reservación impresa que teníamos en las manos.

Vio el papel y con un inglés medio cortado nos pidió que lo siguiéramos. Aceptamos con un poco de desconfianza, pero la necesidad en ese momento era mayor. El amable japonés nos guió por aproximadamente 10 cuadras, caminando en zig-zag, hasta dejarnos en la puerta del hotel. Cuando se topaba con intersecciones en las que él mismo dudaba para dónde era, nos pedía que nos quedáramos ahí parados con las maletas, para que él fuera a darle la vuelta a la manzana y nosotros no camináramos de más. Como si no hubiera sido suficiente tanta amabilidad, cuando nos dejó en la puerta del hotel se disculpó una y otra vez por la única vez en que se equivocó y nos hizo caminar una cuadra innecesariamente, así como por no hablar inglés debidamente. Se despidió con un apretón de manos y haciendo la reverencia tradicional en su país al agachar la cabeza.

En Camboya, tuvimos al mejor guía y conductor de Tuk Tuk que se pudo tener. Su nombre es Khavi. Además de amable y puntualmente llevarnos a todos los sitios que quisimos en Siem Reap, y esperarnos a terminar el recorrido/función para nuevamente subirnos al Tuk Tuk, Khavi nos contó la historia de algunos de los templos de Siem Reap, nos recomendó otros sitios que no aparecían en el mapa turístico oficial, nos fotografió y nos contó sobre él y su familia en las veces que nos sentamos a comer con él en algún puestito de la calle. La vida de un conductor de Tuk Tuk en Camboya no es nada fácil, pero es una de las mejores formas de obtener dinero en un país que vive totalmente del turismo. Gracias a él la experiencia en Camboya fue placentera y enamorable, y por un precio extremadamente bajo pues también tienen topes en sus cuotas o pueden meterse en problemas: 15 dólares americanos por todo el día. Nosotros le dimos un poco más y unos tenis casi nuevos.

Esa misma amabilidad y calidez humana la recibimos con cada interacción que tuvimos con cualquier persona en la calle, en restaurantes o en sitios históricos de todos los países de Asia a los que tuvimos la fortuna de ir.

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No todos los asiáticos son iguales

Acá en México solemos decirles “chinos” a todos las personas que vemos con ojos rasgados. Nosotros mismos lo hacíamos, hasta que tuvimos la oportunidad de ver a personas de diferentes nacionalidades por varios días y pudimos constatar que en absoluto son iguales. Es como si ellos dijeran que todos los latinoamericanos somos iguales. Hasta que se ven en perspectiva es como se pueden apreciar las diferencias: unos son más “amarillos”, otros son más blancos, mientras que más al sur son más morenos, los ojos son diferentes, y no se digan las diferencias en el idioma. Todos son diferentes.

Las señas son el idioma universal

Siempre se ha dicho que el inglés es el idioma universal. Claro, sirve para comunicarse en dos terceras partes del mundo, pero en Asia es otra historia. Sí, muchísimas personas hablan inglés en países que viven del turismo como Camboya o Tailandia, pero en países más grandes como China o Japón, nadie habla inglés en las provincias ni en las callecitas más escondidas de las grandes ciudades. Sí, todos los prestadores de servicios turísticos que trabajan en lugares como hoteles y restaurantes hablan inglés porque es necesario, pero la gente en los puestitos de la calle, los taxistas, los niños y la gente que te encuentras en lugares pequeños no hablan inglés. La mejor manera de comunicarse es a señas o hablando el idioma local en el mejor de los casos. Aprenderte las palabras básicas, un diccionario de español al idioma que se habla en donde te encuentres, un mapa y las direcciones por escrito en el idioma local de los lugares a los que planeas ir siempre ayudarán para comunicarte mejor con las personas nativas. Con los demás turistas a los que encuentres en tu camino sí servirá el inglés para establecer amistades y divertidas noches de copas.

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Son muy limpios y ordenados

A diferencia de lo que se piensa generalmente en México, los asiáticos son obsesivos con el orden, la limpieza y la simetría. En Bangkok, por ejemplo, está estrictamente prohibido acceder al metro, al tren y a los demás transportes públicos con alimentos. Prueba de ello es la limpieza y las tan buenas condiciones en las que se encuentran los vagones del metro de la capital de Tailandia. Lo mismo sucede en Kuala Lumpur, Malasia, donde tampoco se puede mascar chicle en el tren suburbano para evitar que la goma de mascar acabe pegada en asientos y paredes.

Pero hay una ciudad sorprendente en la que no existen los botes de basura en las calles porque cada uno es responsable de su propia basura y no encuentras una sola envoltura tirada: Tokio. Además, esta megalópolis se caracteriza por la paz y la tranquilidad, pues cada conductor, ciclista y peatón respeta las señales de tránsito que le corresponden y no hay necesidad de hacer ruido con la bocina del auto.

Los habitantes de China, por su parte, son los menos limpios y ordenados, pues escupen mucho en las calles y lugares públicos, y no están acostumbrados a hacer filas para comprar entradas al cine o adquirir boletos del metro. Es la lucha del más fuerte en aquella selva urbana que es el gigante asiático para obtener lo que necesitas. Sin embargo, la simetría que manifiestan sus ciudades, los edificios de gobierno, las colonias populares y cualquier lugar en general, es tan perfecto que podría ser arte.

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Comen cualquier cosa

Al caminar por las calles de Beijing, el mercado de pescado de Tokio, los mercados flotantes tailandeses, las favelas de Camboya o los restaurantes de Malasia, fácilmente se podría concluir que en efecto los asiáticos aprovechan todas las partes del cuerpo de todos los animales para comer, pero es arriesgado decirlo. Por lo pronto, entre las cosas más raras que vimos estaban los alacranes, escorpiones, mil pies, una variedad de cucarachas, caballitos de mar, y restaurantes en los que se elige la raza del perro que quieres que te preparen. Además de haber escuchado más de una vez el rumor de que se comen los fetos humanos en las provincias de China. Aunque no hay argumentos que nieguen lo deliciosos y exóticos que son algunos platillos de la gastronomía de aquel continente.

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Sí, la arquitectura, las tradiciones, la gente y la cultura de Asia son totalmente diferentes a lo que estamos acostumbrados, pero lo importantes es lanzarse a la aventura y experimentar cosas nuevas sin miedo.

 

Publicado originalmente en la revista Voy & Vengo.

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