«¡Qué triste que les haya tocado el clima así!», nos dijo el recepcionista del hotel mientras hacíamos el check-in. Nos volteamos a ver y dijimos «¿feo?, pero si el día está hermoso. En México no conocemos la nieve así que está perfecto». Sonreímos y salimos a conocer Chicago, la ciudad de los vientos.
Tan pronto como salimos del hotel, me tiré sobre la nieve, me revolqué y me puse a hacer los famosos «ángeles en la nieve», agitando mis brazos y piernas. «Tómame fotos antes de que deje de nevar», le decía yo muy emocionada a Benja. Él me tomó varias fotos y luego yo a él.
Dos horas después entendimos porqué se llama «la ciudad de los vientos». Dos horas después estábamos hartos de tanta nieve, de no poder voltear hacia arriba y disfrutar de las bonitas construcciones de la ciudad, porque la nieve entraba directamente a nuestros ojos.
Ni él ni yo llevábamos zapatos apropiados para la nieve. Pero Benja, muy precavido, llevaba un spray repelente de nieve, que para que se resbalara en lugar de quedarse pegada en los zapatos. No sirvió de nada.
En resumidas cuentas, tras pasear por la ciudad, caminando con dificultad entre la nieve y tras tomar todas las fotos necesarias, tuvimos que entrar a una tienda Gap, de emergencia, proque no era parte del plan, a comprar alguna chamarra que nos protegiera de ese inmenso frío. Estábamos a -17°C.
Conforme avanzaba el día, mis botas ya tenían toda el agua helada dentro y comencé a dejar de sentir la movilidad de mis dedos. Y para hacerlo más dramático, Benja comenzó a sangrar de la nariz de una manera escandalosa.
«La nieve es mala», concluimos.
Just kidding. Fue muuuuy divertida la aventura, pero si planeas ir a Chicago en diciembre, debes estar preparado para lo peor. Un abrigo realmente potente para tan bajas temperaturas, unas botas a prueba de nieve, unas orejeras, guantes, bufandas y todo el ajuar de invierno porque se convierte en algo estrictamente necesario.
Sin embargo, he visto muchas fotos de Chicago en pleno verano y la ciudad luce hermosa y resplandeciente. Una gran ciudad como ésta, con tantos espacios públicos agradables y con tanta oferta musical, puede disfrutarse perfectamente en shorts y playeritas ligeras, con el calor del sol desde el cielo.
Chicago ofrece dos aventuras completamente diferentes a sus turistas, una en blanco y otra con el sol encima. ¿Cuál prefieres?
Lo que es un hecho es que ¡tienes que ir!
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